
Rubén Pagura
EL ARTE DE JUGLAR
Como joven rockero argentino llegó cantando a Costa Rica a finales de la década de los años sesenta y desde entonces no ha podido dejar de hacer música, aún cuando el oficio del teatro le haya exigido una dedicación total. Hoy y mañana las ganas de cantar de Rubén Pagura nos presentan un nuevo concierto energéticamente balanceado entre su obra musical y teatral. Como creador con más de 25 años de experiencia ha desarrollado una firme filosofía del arte.
La figura de juglar es la que más le va a Rubén Pagura; brinca, después canta, y luego sigue narrando su historia. Su energía no es una manifestación de juventud fisica; ¿Alma joven? Tal vez, pero definitivamente es un estado de ánimo permanente de este juglar.
Lo cierto es que su efervescencia le ha merecido ya cuatro premios nacionales: Mejor Actor debutante (1973), Mejor Actor (1975), Mejor Grupo Teatral (¡unto con el Teatro Quetzal, 1994) y Mejor Obra (El Ombligo del Mundo, 1994). Entre sus obras conocidas se encuentran La Cantata Centroamericana, El Cristo de las Indias, y La Patria Grande, que presentó junto al cantautor costarricense Juan Carlos Ureña y recientemente, con el grupo Teatro Quetzal, las obras La Historia de Ixquic, Memorias del Ombligo del Mundo, El viaje en Paracaídas y El Viejo y el Mar.
Formado en la Escuela de Teatro de la Universidad de Costa Rica (UCR), el énfasis de sus espectáculos es teatral, pero aprovecha combinar las artes de drama, música y poesia cada vez que se le presenta la oportunidad. Se puede observar cómo éstas se llegan a fusionar dentro de su obra, de modo que, como dice su amiga Rita Mix, «realmente no es como que el uno o el otro, aún la música la hace muy teatral. Él hace una sola cosa».
Una sola cosa, pero acepta que es un desastre en cuanto a las artes plásticas. Rubén Pagura explica que una disciplina enriquece a la otra; «por ejemplo yo agarro un trabajo teatral para crear un personaje y no lo creo solamente estudiando el texto y aplicando las técnicas teatrales, también me gusta meterme en música, por ejemplo, empezar a encontrar música del personaje, los sonidos, el olor, dibujar el lugar donde vive. Una cosa ayuda a la otra».
Aunque siente que ha avanzado menos en el aspecto musical que el teatral, su voz puede cautivar al público en cualquiera de los casos. Con una guitarra, un bombo leguero o un palo de lluvia acompaña una voz que no tiene miedo; un canto desinhibido rompe el hielo. Clarence Ross, su amigo de juventud, recuerda que «siempre impresionaba que Rubén cantara no como cantaba todo mundo, que siempre canta con un poquito de temor. Rubén siempre cantaba con toda su voz».
Obsesionado con el trabajo creativo, pocas cosas pueden distraer el carácter «hiperactivo» de Rubén. Entre los acordes de guitarra y los ensayos generales se ocupa en investigar y producir manualidades que complementen su obra. Su equipo de presentaciones ya cuenta, gracias a sus manos, con un bote que usó para su representación teatral de la novela de Hemingway El Vielo y el mar; los instrumentos para su obra musical La Historia de Ixquic, y la fabricación de consolas eléctricas caseras para controlar las luces. Juan Fernando Cerdas, director del Teatro Quetzal, reconoce la gran dedicación de su compañero de trabajo y admite que su creatividad ha sido muy provechosa para las obras que producen con Teatro Quetzal.
EXPRESAR LO MÁXIMO EN EL TEATRO MÍNIMO
Exactamente esa hiperactividad que posee Rubén Pagura es la que se necesita para que una sola persona pueda representar una veintena de personajes en una hora y media. El trabajo que realiza pertenece a la tendencia teatral llamada el teatro de lo minimo, un teatro que se apoya más en el trabajo del actor, con pocos elementos. Asi, el actor sale a conquistar su público sólo con una mesa o un palo, dejándole así una libertad al espectador para imaginar lo que está sucediendo.
«La gente imagina, se mete en un mundo y cuando termina la función se da cuenta que está el escenario pelado y que lo único que había ahí era un actor. (…) Es justamente lo que trato de hacer con el teatro: no darle al público todo digerido; lo mismo debería ocurrir con la canción» explica el juglar Pagura.
Su amiga, Rita Mix, señala que «hace como mil personajes y sólo con un banquito te hace sentir como si estuvieras al borde de un precipicio, en un castillo, cogiendo mangos o debajo de un árbol». Es cierto que el uso de pocos elementos escenográficos abarata la producción pero lo esencial es que permite, como lo explica Rubén, «darle al público la posibilidad de crear y no recibir todo digerido como el que ve televisión, que ve todo y se lo traga como si fúera una lata de salchichas». Por eso Rubén Pagura cree que la sencillez no es un defecto.
«Me ha pasado que llaman y preguntan por teléfono ¿Cuántos actores tiene la obra? Pareciera ser un parámetro que cuanto más actores, mejor es la cosa. Pero sí ha ayudado mucho que seamos dos, el director y yo, porque eso nos facilita muchísimo la cuestión de transporte. También el hecho de no tener escenografia grande; cargamos una maleta y nos vamos
Desde 1990, la fundación del Teatro Quetzal, Rubén ha actuado solo. El trabajo de teatro unipersonal de Rubén Pagura ha sido exitoso en el exterior, viajando con los proyectos del Teatro Quetzal a casi toda América y varios lugares en Europa.
UNA VISIÓN CRÍTICA DEL MEDIO ARTÍSTICO
Xotchilt Ávalos, estudiante de teatro de la UCR, coincide con Fernando Vinocour, profesor de teatro de esta institución, en que Rubén Pagura es un artista muy completo, que presenta obras de calidad; obras que conllevan investigación. No lo sitúan en la vertiente de teatro nacional que se hace «muy comercial, pensando en vender».
Rubén hace una separación entre lo que es arte comercial y el que hace él. Considerándolo de una «calidad discutible», define el teatro meramente comercial como «el trabajo que se hace en el menor tiempo posible para reducir costos, con cualquier actor aunque no tenga experiencia, pero que sea más barato. (También) que tenga algún gancho como sexo o la risa fácil con el objetivo de atraer público y ganar la mayor cantidad de dinero posible». Advierte que no critica al teatro comercial, pero que sí critica el hecho de que este estilo de teatro «light» sea la única opción para el público, y que reproduzca el temor a decir cosas fuertes en los artistas. Juan Fernando Cerdas diferencia el trabajo que realiza con Rubén de la vertiente comercial explicando que duran entre seis y ocho meses investigando y montando una obra mientras que otros grupos los montan en solamente dos meses.
Ante el fenómeno light, de mayor audiencia, «los que hacemos trabajos más experimentales o más exigentes para el público tenemos menos éxito y menos suerte (…). Estuve trabajando un mes para 10 a 15 personas explica Rubén, «Es un sacrificio para pagar la sala, nada más».
Clarence Ross señala que «merece tener más por su talento» ; se ríe mucho cuando recuerda los anuncios de televisión a que ha tenido que recurrir su amigo actor. «Todos los artistas han hecho miles de comerciales para ganarse la vida. Recuerdo el que hizo para Tikal, salía con el pelo parado diciendo “Venga a Tikal para todas sus compras, sentado en un carrito como un cómico de pueblo (ríe a carcajadas)».
Rubén Pagura vive al día, sin grandes lujos porque «los actores y músicos vivimos tratando de ver donde podemos tocar o presentarnos para ganar un poquito de plata. El problema para mi es que no hay suficiente apoyo».
«Yo le hecho la culpa a la política, y a las políticas culturales que no dan suficiente estímulo y que para mí es obligación del gobierno puesto que el arte en general no es un negocio, no son profesiones que den plata». «Mucha gente no conoce a fondo la situación (de los artistas) y tienen la imagen del artista de Hollywood que viaja y que tiene mucha plata».
«LA IDEOLOGÍA SE METE AUNQUE UNO NO LO QUIERA»
Para este actor, aunque una canción trate del Budismo Zen es abiertamente ideológica y perteneciente a una cosmología determinada. En el arte, recalca, no se puede ser neutro.
Bajo el razonamiento de que el arte es una especie de reflexión colectiva, este dramaturgo toca temas de las problemáticas sociales en todas sus obras. El ejemplo más claro es el uso de la historia antigua-La Historia de Jxquic- del Popol Vuj de los Mayas, para reflexionar acerca de una realidad actual: la situación de las mujeres en Guatemala.
El mensaje social es claro en sus canciones. El amor, la denuncia y la sátira cantan por sí mismos en canciones como Amor de Verdad, El Culo del Mundo (acerca del Fondo Monetario Internacional, al que se refiere como el fondillo monetario) y Los Diputados (que por cierto nunca se ponen de acuerdo). La intención de las letras siempre es muy clara. Sin embargo, Rubén reconoce que ya no se puede hacer la canción como se hizo en los setentas, la canción como demasiado directa con una letra que más parecía un discurso político social». Se refiere a la necesidad de ser creativo, no de cambiar el tema. «Se pueden decir todas esas cosas pero que hay que decirlas con arte, con creatividad».
Una forma de tocar asuntos «graves, pero sin ser aburrido» es usar la risa, justamente como lo hace un juglar. Con la risa, explica Pagura, «se producen catarsis, ciertas descargas de energía, tanto en el que está actuando como el que está recibiendo. Es quitarse los zapatos y romper esa formalidad de las cosas graves y serias y decir: ahora que hablamos en joda podemos hablar de lo que queremos y cagamos en lo que sea.
CRÍTICA SOCIAL
El fuerte mensaje de crítica social de sus canciones hace recordar las vivencias de muchos artistas en la época de los años setenta que se vivieron «con muchísima ebullición social, era como la moda» y en que muchos de los artistas como Rubén Pagura «militábamos en organizaciones de izquierda». La nostalgia conmueve a Pagura cuando recuerda los conciertos en las plazas y en zonas rurales de Costa Rica. Cuando esos «sindicatos, organizaciones y partidos» los llevaban a los rincones más «perdidos» del país.
La Municipalidad de San José había contratado un grupo de músicos, incluido Pagura, para trabajar en los barrios. El trabajo que realizó para el público de barrios ha marcado su personalidad. Tanto así que afirma que lo volvería a hacer, pero que ya no existe la posibilidad puesto que las instituciones correspondientes no se interesan.
«Lo que nos interesaba era volver a los barrios y entrar en contacto con ese público, más por una necesidad como personal, vital, de entrar en contacto no con el público emperifollado de las salas de teatro o el público medio snob de ciertos lugares josefinos, el público de los barrios es un público con el que se crea una comunicación muchísimo más franca, más limpia, más transparente… Ese es el público con el que disfruto más porque a la vez disfruta mucho más; es un público más virgen, disfruta sin prejuicios y sin tanto regodeo intelectual, y lo toman así como viene.
CONCIERTO CON GRABACIÓN EN VIVO
En medio del trabajo teatral, en medio de las giras, Rubén Pagura ha ido montando el espectáculo que ofrece el 6, 7 y 8 de julio en el Centro Cultural Español. Su repertorio consiste en canciones viejas de la época en que cantaba con Luis Enrique Mejía o Juan Carlos Ureña y de algunas nuevas, que no había cantado nunca o casi nunca. El concierto es un breve alto en las producciones teatrales, ya que después de éste, Rubén partirá a Panamá y luego a una extensa gira por España. Pero no por eso deja por fuera lo dramático en su concierto. La combinación del teatro, la música y la poesía son inevitables en el juglar. Siente que hay un público «no cubierto» para el tipo de música que interpreta, que definitivamente no califica de light. Rubén Pagura no piensa dejar la música, a pesar de lo exigente que puede ser su doble carrera.
Julio Molina Montenegro
Trabajo final de Periodismo Escrito – 1998